La impotencia, un problema con solución
Pocas enfermedades que afectan al hombre se han visto influenciadas en tantas ocasiones por el entorno social y han sufrido reiteradamente tan mala interpretación. En 1993 una comisión de expertos decidió sustituir el término de impotencia por el de disfunción eréctil, nomenclatura más acorde con los últimos avances en el conocimiento y tratamiento de esta enfermedad. Actualmente, la disfunción eréctil es una enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud y se define como la incapacidad de obtener o mantener una erección suficiente para lograr una actividad sexual satisfactoria.
Causas
Se calcula que en España afecta aproximadamente a 2 millones de varones, a pesar de que tan solo visitan al especialista un 10% de los pacientes que la padecen. Sin embargo, y gracias a las constantes campañas informativas que se vienen realizando, la población masculina ha tomado conciencia, ha perdido el miedo infundado a consultar a un especialista y este escaso porcentaje está creciendo progresivamente. Aunque en ocasiones se produce por factores psicológicos, muchas veces puede ser el único síntoma de una enfermedad orgánica, por lo que la disfunción eréctil debe ser valorada siempre por un médico.
El mecanismo natural de la erección supone la integración correcta de varios sistemas del organismo, tanto a nivel del pene como a nivel de la columna vertebral y cerebro. Cualquier enfermedad que altere el normal funcionamiento de ambos circuitos puede provocar una disfunción eréctil. Se han descrito varios factores de riesgo, entre ellos la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares, el tabaquismo, las alteraciones hormonales o endocrinas, el alcoholismo, las enfermedades crónicas y la toma de determinados fármacos. Además, sabemos que conforme aumenta la edad, aumenta la incidencia.
Por otra parte, la impotencia de causa psicógena puede suponer hasta la mitad de los casos estudiados. En este caso los principales factores de riesgo son la depresión, la ansiedad, el estrés y los conflictos familiares o laborales.
Diagnóstico
Como en cualquier otra enfermedad, el correcto diagnóstico se inicia con una detallada historia clínica, focalizada especialmente en todos los factores de riesgo que hemos mencionado. En función de los hallazgos y de la exploración física del paciente es necesario realizar determinadas exploraciones, que principalmente consisten en una analítica sanguínea orientada a esta patología.
Tomando el problema a la inversa, cada vez son más los estudios que han relacionado el diagnóstico clínico de una disfunción eréctil orgánica en un varón de mediana edad con el incremento en el riesgo de patología cardiovascular, por lo que cada vez es más frecuente que el urólogo descubra unos factores de riesgo cardiovasculares y oriente al paciente a otros especialistas (cardiólogos, endocrinólogos, etc) para la prevención y tratamiento de los mismos. El tratamiento de la disfunción eréctil se desarrolla en tres ámbitos: la supresión de los factores de riesgo (especialmente el tabaquismo y el alcohol), el tratamiento de las posibles enfermedades que la producen y finalmente y en los casos en que con las dos medidas iniciales no son suficientes, el tratamiento directo de la disfunción.
Tratamiento
En los últimos años han aparecido nuevos tratamientos para la impotencia, efectivos y con una forma de administración oral, mucho más cómoda que los fármacos de los que se disponía hasta este momento. De hecho, la relevancia de estos nuevos medicamentos ha superado al ámbito estrictamente médico, influenciado sin duda por la importancia social de esta enfermedad. Y este contexto más allá del terreno científico ha ocasionado en muchas ocasiones que se le atribuyeran erróneamente efectos secundarios nocivos a determinados fármacos utilizados fuera de la correcta prescripción.
La principal labor del urólogo reside en aconsejar al paciente el fármaco más adecuado a su problema, valorando su efectividad y planteando otros opciones terapéuticas si los fármacos orales no son eficaces. Así, la confianza, asesoramiento y visita a un Urólogo, puede suponer en muchos casos, la solución a un problema de salud, que sin ser grave, supone una notable alteración en la calidad de vida y relación de pareja de muchos pacientes.
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